El 3 de agosto de 1992, en las olimpiadas de Barcelona, los corredores de la competencia de los 400 metros planos, estaban en sus posiciones de arranque, cuando se escucha la señal de partida. Salen en estampida, los diferentes atletas, en representación de sus respectivas naciones.
Derek Redmond, británico, despega cómodamente, luego su paso es similar al de una gacela en una llanura, fácilmente se adelanta a la cabeza del grupo, cuando de pronto, al haber cubierto la mitad del recorrido, siente un fuerte corrientazo en su muslo derecho, acompañado de un gran dolor, algo que lo hace detenerse de golpe, viendo como los demás corredores lo adelantan en cuestión de segundos.
Trata de incorporarse, pero su dolor es muy intenso, lo que hace que caiga de rodillas y de sus ojos broten gruesas lágrimas, no es tanto el dolor físico, ese que le aqueja, este es un dolor que sale de lo más profundo de su ser.
Los años previos a Barcelona 92
Redmond saltó a la palestra con solo 19 años, cuando pudo ser capaz de batir el récord nacional de 400 metros planos, en su Inglaterra natal. Posteriormente, en la prueba de relevos 4×400, obtuvo oro por partida doble en 1986, en el Campeonato Europeo de Atletismo, así como en los Juegos de la Commonwealth; luego en el 87 consiguió plata en la misma especialidad.
A pesar de no haber podido lograr triunfos de manera individual, aún tenía mucho futuro por delante, por lo que debería seguir entrenando y fortaleciendo su espíritu de corredor de alto nivel, con su gran compañero, su padre, Jim Redmond.
Con los ojos puestos en los juegos olímpicos de Seúl, 1988, fue muy dedicado a sus agotadoras rutinas de trabajo deportivo; En los entrenamientos, a pocas semanas de la competencia, dieron a entender que su cuerpo, no estaba del todo bien. Tuvo que bajar el ritmo, esperando a que aquel fuerte dolor en el tendón de Aquiles, disminuyera. Esto no ocurrió, y al llegar el día de la competencia, tuvo que abandonar a solo escasos minutos para su arranque.
Meses después, llegó a ser intervenido quirúrgicamente, hasta más de 5 veces. Luego de haberse recuperado, ganó en las competencias de Tokio 91, igualmente a los triunfos anteriores, en carrera de relevo.
El gran día que no fue
Volviendo a aquel oscuro día de Barcelona 92, cuando Redmond se encontraba tratando de levantarse de la pista, dos hombres con una camilla intentaron recogerlo, algo que no quiso, pues había dicho que su misión era terminar la carrera aun en las condiciones en que se encontraba.
Lo que sucedió luego, todos lo sabemos, su padre se levantó de las gradas y como pudo, llegó hasta donde estaba su hijo, y le invitó a que renunciara a sus intenciones, pues el esfuerzo podría ser muy perjudicial para su salud, a lo cual Redmond se negó, es aquí cuando su padre le dice, que se apoye en su hombro, que juntos alcanzarían la meta.
La gran lección
Derek Redmond más nunca pudo volver a correr, también al final, fue descalificado por la comisión de atletismo de dicho evento, por haber sido ayudado por fuerzas externas para lograr alcanzar la meta. Esto no pudo impedir la gran ovación de todo el público presente, a este par de hombres, al llegar al final de la carrera.
Lo importante de este acontecimiento, fue la gran lección que este atleta nos dejó como legado. Si sentimos miedo por algo, y sabemos que debemos hacerlo, por algún compromiso, pues no hay elección, con miedo lo hacemos.
Por supuesto que este es un caso extremo, ya que cuando Redmond, debió decidirse a seguir o a abandonar, debido a que estaba poniendo en riesgo su integridad física, estaba exponiéndose demasiado, pues no se conocía la magnitud de su lesión. Este se había roto nada más y nada menos que el tendón de la corva, un músculo, que lesionado, le hacía prácticamente imposible caminar normalmente, mucho menos correr.
En nuestro día a día, nos enfrentamos a diversas situaciones que pueden hacernos sentir miedo o temor, y debes saber que esto siempre va a ser normal. Lo que nunca podemos permitir es que, por tener miedo, lleguemos a comportarnos como unos seres irresponsables, evadiendo siempre nuestros compromisos.
Según sean nuestras actividades laborales, igual van a ser nuestras diversas interacciones con nuestro entorno, por tal razón, unas serán más riesgosas que otras. Siempre he dicho, que la mejor manera de controlar nuestras emociones, es analizando e informándonos bien sobre lo que nos acontece.
Muchas veces el miedo es infundado por factores que no tienen ningún tipo de alcance hacia nosotros, pero si existe ignorancia al respecto, estos acontecimientos llegan a causar todos estos síntomas negativos en los individuos, que no tienen la suficiente capacidad para poder identificar las verdaderas amenazas.
El 3 de agosto de 1992, en las olimpiadas de Barcelona, los corredores de la competencia de los 400 metros planos, estaban en sus posiciones de arranque, cuando se escucha la señal de partida. Salen en estampida, los diferentes atletas, en representación de sus respectivas naciones.
Derek Redmond, británico, despega cómodamente, luego su paso es similar al de una gacela en una llanura, fácilmente se adelanta a la cabeza del grupo, cuando de pronto, al haber cubierto la mitad del recorrido, siente un fuerte corrientazo en su muslo derecho, acompañado de un gran dolor, algo que lo hace detenerse de golpe, viendo como los demás corredores lo adelantan en cuestión de segundos.
Trata de incorporarse, pero su dolor es muy intenso, lo que hace que caiga de rodillas y de sus ojos broten gruesas lágrimas, no es tanto el dolor físico, ese que le aqueja, este es un dolor que sale de lo más profundo de su ser.
Los años previos a Barcelona 92
Redmond saltó a la palestra con solo 19 años, cuando pudo ser capaz de batir el récord nacional de 400 metros planos, en su Inglaterra natal. Posteriormente, en la prueba de relevos 4×400, obtuvo oro por partida doble en 1986, en el Campeonato Europeo de Atletismo, así como en los Juegos de la Commonwealth; luego en el 87 consiguió plata en la misma especialidad.
A pesar de no haber podido lograr triunfos de manera individual, aún tenía mucho futuro por delante, por lo que debería seguir entrenando y fortaleciendo su espíritu de corredor de alto nivel, con su gran compañero, su padre, Jim Redmond.
Con los ojos puestos en los juegos olímpicos de Seúl, 1988, fue muy dedicado a sus agotadoras rutinas de trabajo deportivo; En los entrenamientos, a pocas semanas de la competencia, dieron a entender que su cuerpo, no estaba del todo bien. Tuvo que bajar el ritmo, esperando a que aquel fuerte dolor en el tendón de Aquiles, disminuyera. Esto no ocurrió, y al llegar el día de la competencia, tuvo que abandonar a solo escasos minutos para su arranque.
Meses después, llegó a ser intervenido quirúrgicamente, hasta más de 5 veces. Luego de haberse recuperado, ganó en las competencias de Tokio 91, igualmente a los triunfos anteriores, en carrera de relevo.
El gran día que no fue
Volviendo a aquel oscuro día de Barcelona 92, cuando Redmond se encontraba tratando de levantarse de la pista, dos hombres con una camilla intentaron recogerlo, algo que no quiso, pues había dicho que su misión era terminar la carrera aun en las condiciones en que se encontraba.
Lo que sucedió luego, todos lo sabemos, su padre se levantó de las gradas y como pudo, llegó hasta donde estaba su hijo, y le invitó a que renunciara a sus intenciones, pues el esfuerzo podría ser muy perjudicial para su salud, a lo cual Redmond se negó, es aquí cuando su padre le dice, que se apoye en su hombro, que juntos alcanzarían la meta.
La gran lección
Derek Redmond más nunca pudo volver a correr, también al final, fue descalificado por la comisión de atletismo de dicho evento, por haber sido ayudado por fuerzas externas para lograr alcanzar la meta. Esto no pudo impedir la gran ovación de todo el público presente, a este par de hombres, al llegar al final de la carrera.
Lo importante de este acontecimiento, fue la gran lección que este atleta nos dejó como legado. Si sentimos miedo por algo, y sabemos que debemos hacerlo, por algún compromiso, pues no hay elección, con miedo lo hacemos.
Por supuesto que este es un caso extremo, ya que cuando Redmond, debió decidirse a seguir o a abandonar, debido a que estaba poniendo en riesgo su integridad física, estaba exponiéndose demasiado, pues no se conocía la magnitud de su lesión. Este se había roto nada más y nada menos que el tendón de la corva, un músculo, que lesionado, le hacía prácticamente imposible caminar normalmente, mucho menos correr.
En nuestro día a día, nos enfrentamos a diversas situaciones que pueden hacernos sentir miedo o temor, y debes saber que esto siempre va a ser normal. Lo que nunca podemos permitir es que, por tener miedo, lleguemos a comportarnos como unos seres irresponsables, evadiendo siempre nuestros compromisos.
Según sean nuestras actividades laborales, igual van a ser nuestras diversas interacciones con nuestro entorno, por tal razón, unas serán más riesgosas que otras. Siempre he dicho, que la mejor manera de controlar nuestras emociones, es analizando e informándonos bien sobre lo que nos acontece.
Muchas veces el miedo es infundado por factores que no tienen ningún tipo de alcance hacia nosotros, pero si existe ignorancia al respecto, estos acontecimientos llegan a causar todos estos síntomas negativos en los individuos, que no tienen la suficiente capacidad para poder identificar las verdaderas amenazas.
La vida de un verdadero emprendedor, cae pero se vuelve a levantar, y las veces que sean necesarias.